La Bipo ya tiene sus añitos, especialmente la de Coyoacán (ahora ya tiene sucursales en la Roma, en el centro y próximamente en San Ángel). Tal vez ustedes sean muy jóvenes para recordarlo pero hace algún tiempo el tipo de estética de La Bipo no era nada común.
Es decir, había cantinas de las de toda la vida, eso si. Las cantinas nuevas pero con diseño retro mexicano son una cosa relativamente reciente. Esas, las nuevas, ya son mucho más comunes y La Bipo fue de las primeras. "Cantinas fresas" si habría que etiquetarlas de algún modo, aunque en realidad esta no es nada fresa (nada).
De hecho ese tipo de diseño contemporáneo, tan reconociblemente mexicano, elegante pero inspirado en el kitsch y la cultura pop nacional es el fuerte del despacho de diseño Éramos Tantos, al cual perteneció Héctor -nuestro fotógrafo de casa aquí en Los Tocinantes-.
No es pues, casual, que Éramos Tantos esté a cargo del nuevo interiorismo de La Bipo. Justamente con el pretexto de que acaba de ser redecorada nos fuimos a dar una vuelta al sur de nuestros rumbo para comer, beber y preparar este post.
En La Bipo Coyoacán el ambiente de viernes por la tarde es de antro con comida. Hay cervezas, mezcal, cocteles de nombre divertido con ingredientes como el refresco Lulú y hay muchas, muchas opciones de comida.
Y muchas opciones de salsas picantes ¡cuidado!
Para comer están desde las botanitas al centro como las famosas quesadillas de flor de jamaica o los sopecitos de cochinita, hasta las señoras burritas que en realidad son burrotas o un estelar de cualquier cantina respetable: el chamorro.
El tamaño de los platos, generoso, y sus precios se corresponden a la perfección.
La sucursal de Coyoacán tiene dos pisos. Abajo es mejor para comer y arriba mejor para beber. Abajo hay espacio para grupos grandes, mesas y ambiente de restorán y arriba dependiendo del dia hay grupo en vivo o DJ, está más desmadroso y se puede fumar.
Es gracioso cómo se siente como si Coyoacán se hubiera quedado para siempre en los noventas y aunque La Bipo abrió ya bien entrado los dosmiles, ahora contribuye a esa difusa pero general sensación noventera. Es como una inexplicable paradoja espacio temporal. No sabemos cómo explicarlo bien pero tenemos amigos que opinan lo mismo: Coyoacán se quedó en los noventas. No es queja, para nada, los noventas fueron tremendamente divertidos.
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