No es lo mismo "La Habana Vieja" que "La Habana, vieja". De ese trozo de ciudad (aproximadamente cuatro kilómetros cuadrados) provienen la mayoría de las imágenes mentales que el mundo tiene de Cuba, aunque en realidad se trata de un barrio pequeño en comparación con los otros 14 barrios que componen la ciudad. Si quieres darte una idea de lo pequeño que es, mira esto.
Héctor dijo algo entre foto y foto al Paseo Martí: "si esta ciudad estuviera en buenas condiciones, sería una de las ciudades más mamonas de todo el planeta. Sería mamonsísima, de hecho". En eso estamos muy de acuerdo.
Y es que, por ejemplo el Paseo Martí es una testimonio de la antigua grandeza colonial de la ciudad: construido con mármol, hierro y coral por artesanos súper chingones.
Así cada calle. El Edificio Bacardí es una muestra grandilocuente de la riqueza que esa familia poseía en la isla. El Capitolio, el Gran Teatro o el Museo Nacional de Bellas Artes están ahí con su grandeza arquitectónica.
Para donde camines hay herrería primorosa (cubierta de herrumbre o no), escaleras señoriales, mosaicos, piedra tallada...
Las zonas restauradas y las derruidas se mezclan igual que se mezclan los turistas con los locales, igual que se mezcla la música de los bares con los motores ruinosos de los coches antiguos. Todo en Cuba tiende a mezclarse, los menús de los restoranes son eclécticos y hay mujeres muy bellas con la piel negra y los ojos azules o el pelo rubio luciendo afros de envidia.
Aunque puedes abordar un coche de caballos o un bicitaxi, la mejor manera de andar por La Vieja Habana es a pie, tomándote tu tiempo. Vale la pena dedicarle al menos un día entero de la mañana a la noche, o hasta dos, deteniéndose en algún bar y luego en otro y en otro, a la manera de los españoles cuando salen de marcha. Igual te puedes llevar tu cerveza por la calle, porque en Cuba no está prohibido beber en la vía pública.
Cada día de la semana es distinto (y todos son estupendos). Los viernes por la tarde se siente la alegría colectiva en contraste con las tardes de lunes cuando todos le meten prisa a su regreso a casa. Los sábados por la mañana son gozosos y los niños andan en grupitos por las plazas buscando una función de títeres o persiguiendo a las palomas.
¿Cuándo fue la última vez que viste niños jugando solos en una gran ciudad?
Hace años podía ser un poco agobiante ser turista en sus calles y que a cada pocos pasos alguien te abordara con una oferta diferente: puros, ron, un lugar para comer. Este año hay tantos turistas que eso se ha diluido un poco. Igual te abordarán, probablemente, pero se siente menos insistente que antes. Di que sí a alguna de las propuestas, por probar, ten las precauciones que tendrías en cualquier otra ciudad del mundo y no te preocupes demasiado. Como dicen los gringos: enjoy the ride.
La Habana Vieja se puede recorrer sin mapa ni guía. Claro, está bueno aprender cosas nuevas y saber que este edificio es tal o allá pasó tal cosa, pero no hay porqué estresarse. Si caminas sin rumbo terminarás por verlo todo. Las calles parecen desembocar siempre en los mismos lugares.
Uno de nuestros puntos favoritos fue la Plaza Vieja, amplísima y luminosa, con lugarcitos para sentarse a comer afuera. También debemos mencionar la plaza de la catedral, esa catedral hecha de corales que parece espuma de mar petrificada.
Ah, y un consejo. En algunos lugares verás grupos de gente usando smartphones, tabletas o directamente computadoras portátiles. Eso es porque ahí hay wifi. Ahí puedes conectarte a internet usando tu plan de datos (aunque no lo recomendamos porque sale carísimo) o puedes preguntar dónde se venden las tarjetas de internet (seguro es cerca del punto de conexión).
La Habana, vieja, merece su fama.
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