San Agustinillo, Oaxaca

Dicen que Yemayá, la diosa del mar, protege a los recién nacidos. Por eso fuimos a visitarla a su hogar cuando nuestra hija aún estaba en el vientre materno, para que pudiera abrazarla (abrazarnos). 


De todas las hermosisímas playas que tiene México, las de Oaxaca son de nuestras favoritas. Hay una cualidad en la luz, en su bruma y en las montañas que le confieren un aspecto quizá mágico. 


En nuestro último viaje, que fue un babymoon en toda regla, nos quedamos en Mazunte a donde ya habíamos viajado antes. Puesto que en viajes anteriores ya habíamos hecho todas las actividades recomendadas (paseo en lancha para ver fauna marina, visita al manglar lleno de cocodrilos de Ventanilla y al Centro Tortuguero) en este decidimos que sólo comeríamos y haraganearíamos.


En ese ciclo de cuatro días de haraganería, dedicamos una mañana a ver salir el sol, caminando por el pueblo vecino de Mazunte: San Agustinillo. 


Estos dos pueblos están separados por unos metros de carretera y sus playas están separadas por unas rocas. Las fotos de este post son de la playa y el pueblo de San Agustinillo, que en las mañanas parece salido de un cuento, con sus casitas cuadradas pintadas de diferentes colores. 


Todo por allá es lento y a lo hora de la salida del sol es, además, silencioso. El sonido del mar lo llena todo. La luz se va expandiendo poco a poco. En la playa hay personas barriendo las entradas a los chiringuitos de comida, hay pescadores y hay perros que por alguna razón siempre parecen estar felices. 



Y hay bruma. 


San Agustinillo. Municipio de Santa Maria Tonameca, Oaxaca. Se llega por avión desde los aeropuertos de Huatulco o Puerto Escondido y por bus desde la central de camiones de Pochutla.

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