Hoy es el primer día de clases de la más pequeña Tocinante (¿ya la vieron, en nuestro logo?) y eso significa un tremendo cambio de rutinas para toda la familia... especialmente porque Héctor y yo somos una pareja de freelanceros y como tales solíamos disfrutar mucho una de las mejores prestaciones incluidas con el puesto: vacacionar en temporadas bajas (la otra mejor prestación es poder tomar siestas).
Con la inminente entrada de nuestra hija a la escuela, nuestro calendario deja de ser lo que era para adaptarse a los ciclos escolares, así este verano que decidimos hacer una prueba piloto y nos organizamos unas vacaciones de playa en temporada alta, ajúa. En un hotel todo incluido, además.
Escogimos Puerto Vallarta porque ambos ya conocíamos el lugar y por una vez no queríamos salir a explorar y preferimos ahorrarnos el trabajo de organizar días enteros. Esta vez lo que queríamos era descansar lo más posible -con una niña de casi tres años eso de "descansar" siempre es relativo-. Queríamos no pensar, queríamos alberca, mar, cervezas para los adultos, fruta picada en el desayuno sin tener que ir al mercado previamente, etcétera. Y exactamente eso obtuvimos.
¿La conclusión? Ese no es nuestro tipo favorito de vacaciones. Y no es que hayan estado malas, de hecho estuvieron estupendas, pero reafirmamos algo que ya sabíamos: no somos especialmente fans del bullicio y las actividades sin parar. Nos sobra la música constante y no tenemos ninguna necesidad de que nos entretengan de la mañana a la noche. Nuestro tamaño ideal de hotel son los hotelitos pequeños con encanto.
Aún así, sepan que nuestra experiencia en el Meliá de la Marina de Puerto Vallarta fue impecable. El personal es amable y simpático y se esmeran en dejar satisfecho a todo mundo a pesar de las pequeñas pero infinitas crisis de las horas pico. La comida, por otro lado, amerita una mención honorífica: estuvimos hospedados cinco noches y todos los días cada buffet fue distinto, abundante y delicioso. De hecho nos encantaría haber visto la logística de la cocina porque aunque la preparación de alimentos es masiva cada cosa está en su punto así sean un arroz o unos chilaquiles o platos más complejos con mariscos o carne.
Una noche nos tocó un buffet temático llamado pomposamente "Noches Francesas". Fue espectacular y loco, porque con tanto calor y tantas almejas, camarones, berenjenas y decoración barroca aquello eran más unas "noches francesas" de Nueva Orleans que de París. Una cosa digna de vivirse, la verdad.
Nuestra hija, por otro lado, también comió fabulosamente y aquí permítanme unas palabras gratuitas sobre los buffets para niños: básicamente son tristísimos. Spaguettis blancos, salchichas, cátsup y nuggets de pollo están simpáticamente acomodados en unas mesas más chaparritas para que los niños puedan servirse solos. Y nosotros pensamos, ¿por qué les hacen eso, cuando podrían comer todas las frutas que se les antojen o un buen trocito de pescado deliciosamente cocinado? ¿Por qué no desayunarse los postres acompañándolos con medio litro de leche? ¿Por qué no un arroz con camarones? Lo cierto es que mientras más temprano se enfrentan a sabores complejos más fácilmente aprenden a apreciarlos. Y luego un nugget de pollo puede ser una novedad, alguna vez, acompañado de dos tremendos brócolis.
Pero bueno, me fui por la tangente. Puerto Vallarta sigue siendo un primor: esa bahía enorme rodeada de montañas verdes no tiene fama mundial nada más porque sí. Tuvimos días soleados y calurosísimos, un montón de humedad, atardeceres de postal y hasta un arcoiris sobre las montañas una de las tardes de la semana. Regresamos todos un poco más panzones, adecuadamente bronceados y queriéndonos los unos a los otros más que ayer, porque esa es la magia de las playas mexicanas: te alborotan el amor.
Meliá Puerto Vallarta - Av. Paseo de la Marina Sur 7, Marina Vallarta, Puerto Vallarta. Sitio Web - Tripadvisor - Twitter - Facebook - Instagram.
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